
La Pioná Fuerteventura

En Canarias se desarrolló, hasta casi mediados del siglo XX, una dura y penosa realidad laboral, caracterizada por la escasez de medios económicos, la falta de maquinaria apropiada y la imposibilidad de optar a nuevos puestos de trabajo, entre otros factores.
Esta situación conllevó a realizar tareas muy pesadas y fatigosas, pero que nunca aminoró las ganas de trabajar y salir adelante de los canarios y canarias, incansables conocedores de su oficio.
En una gran mayoría de los casos se daban faenas en las que la presencia de la comunidad era inevitable.[


Los trabajos colectivos (descamisadas de millo, cogida de papas, cogida de la uva, puesta de techos, arrancadas en las gavias, etc.), tan habituales a lo largo del año, se convertían en pequeños núcleos festivos en donde la familia, amigos y vecinos se reunían en torno a un trabajo que luego derivaba en manifestaciones lúdico festivas, donde se terminaba con una comida comunal.
Siempre destacaban los llamados maestros/as, reconocidos dentro de la comunidad, y de los que todos aprendían juegos, bailes, romances, cantares etc, aprendidos de sus antepasados por transmisión oral y muchas veces de sus propias improvisaciones del momento que estaban viviendo.
La característica más sobresaliente del romancero en Fuerteventura es la función singular que allí cumplió, como canto de trabajo en las llamadas pionadas, que eran “ranchos” de personas que se formaban para arrancar la mies (trigo, cebada, etc.).
Ya antes de despuntar el día, se oían en el pueblo los bucios o caracolas que llamaban a congregarse para emprender la faena. Y con los primeros rayos del sol las cuadrillas iniciaban la arrancá por grupos, procurándose adelantar unos a otros.



Generalmente había siempre alguien con especiales cualidades que entonaba los romances mientras los demás repetían el pie del cantar. Entre algunas de las estrofas del romance, periódicamente todos los participantes estallaban en una gran gritería colectiva a la que llamaban aruriar. Estos cantos o arureos, de clara ascendencia aborigen o morisca, se emitían para estimular la recolección, animando a elevar la moral y el rendimiento general.
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